Monday, December 27, 2010

Luego de leer tu blog puse manos a la obra para rendir un homenaje personal al gran don Tuito. Luego de 30 largos años pretendo cumplir con esta enorme deuda de cariño mediante una semblanza que adjunto. Los hombres buenos existen y yo y muchos muchachos que vivimos en Salamanca lo sabemos porque lo conocimos y aún lo apreciamos;y queremos gritar al mundo que tipos nobles como él - Augusto Perez Carmelino era su nombre - iluminan el mundo de los adolescentes y hacen que la tierra sea un mejor lugar para vivir. Este artículo lo he colgado en la página web www.jorgeandujar.com.y lo comparto contigo y tus seguidores para que se conozca y se sepa sobre este noble ser humano que por fortuna conocí cuando era un adolescente.

Saludos y gracias por todo,

Jorge Andújar

DON TUITO UN VECINO NOTABLE , MUY RECORDADO POR MUCHAS GENERACIONES SALAMANQUINAS,FUE UNO DE LOS QUE SIEMPRE APOYABA A NUESTRA JUVENTUD QUE TAN NECESARIAS SON EN ESOS MOMENTOS.

EL APOYABA A LOS EVENTOS DEPORTIVOS, SUS PALABRAS SIEMPRE ERAN DE ALIENTO, AMABLE RESPETUOSO, Y CARIÑOSO, TRABAJABA DESINTERESADAMENTE POR NUESTRA JUVENTUD, SIN BUSCAR RECOMPENSA O ALGUN TIPO DE LUCRO MUY POR EL CONTRARIO SE LE DEBE MUCHO POR LA LABOR QUE HIZO AQUI EN NUESTRA URBANIZACION.

SIEMPRE USANDO EL CARRO FORD TRANSIT VERDE , EN EL CUAL LLEVABA A JUGAR A CLUBES GRANDES .

ES CONSIDERADO UN CABALLERO Y UNA GRAN PERSONA QUE DIFICILMENTE PODRA SER REMPLAZADO, DE UNA PERSONALIDAD MUY ALTA, INCLUSO EN SU RECONOCIMIENTO TENEMOS UN PARQUE QUE SE LLAMA DON TUITO, TENIA MUCHOS POYECTOS EN MENTE COMO ERA, LA CONSTRUCCION DE UN ESTADIO CON TRIBUNA EN EL PARQUE QUE ESTA UBICADO EN LA ESPALDA DEL SANTA ISABEL.




ELOGIO A DON TUITO POR JORGE ANDUJAR

Cada vez que mis recuerdos de infancia se agolpan a la

mente recurren a ésta, invariablemente, dos personajes. En

verdad un personaje y un escenario. El escenario es

Salamanca de Monterrico, simpática urbanización de clase

media donde se desarrolló toda mi infancia y buena parte

de mi juventud. El personaje es el famoso don Tuito, como

con respeto lo llamábamos toda una legión de muchachos

de finales de los años 70.

Siempre he sentido una enorme deuda con él por su

nobleza y generosidad para con los jóvenes. A pesar de que

alguna vez intenté organizar un homenaje público, jamás

pude trasmitirle los sentimientos que infundía. Estoy seguro

que él sintió ese silente cariño que le tributaron durante

años toda una generación de chicos que jugábamos

apasionadamente al fulbito. Esta breve semblanza tratará

de cumplir, al fin, con esta antigua deuda de honor y amor

que cargo desde hace más de 30 años.

Su nombre verdadero es Augusto Perez Carmelino. Era

alto, de tez blanca y de contextura delgada, con bigotes

prominentes y al final de sus días consumado corto de

vista. Por su altura y delgadez, sin contar con su innata

caballerosidad, siempre le vi un raro parecido con El

Quijote. Todos lo reconocíamos simplemente como don

Tuito, diminutivo que sospecho derivaría de su nombre de

pila. A juzgar por algunos comentarios provenía de una

conocida familia de altos oficiales militares, ligada a los

Salmón y otras familias acomodadas.

Nadie acaso puede asegurar cuándo apareció en la vida de

los muchachos peloteros del barrio. Andaría ya por un poco

mas de sus 50 años cuando tuve la fortuna de conocerlo. Él

auspiciaba y ejecutaba las competencias deportivas de los

que estábamos en la categoría de mini calichín y luego

pasamos a la superior de calichines. Con su mesurada

emoción y perseverancia espartana organizó los primeros

grandes campeonatos en la mítica canchita de la 4ta.

etapa. Allí se enfrentaban en duro combate todos los

equipos de Salamanca y alrededores en una fiesta y

algarabía general.

De todos los múltiples equipos que apoyaba y lo

respetaban, Milan, Chabelo, Angamos, Bilbao, etc, su

corazón estaba ciertamente con el de nosotros: los

Dragones y su formación alterna Dexa Dragones. El era

nuestra alma y el guía indiscutible. Proporcionaba las

camisetas, armaba el cuadro, compraba las canilleras y nos

entrenaba con una dedicación propia de un benévolo padre.

Al final, cuando campeonábamos – lo que sucedía casi

siempre -, por derecho propio elevaba sobre su cabeza la

copa vencedora.

Pero su labor iba mucho más allá que la del desinteresado

promotor de campeonatos. Si ello fuese así su recuerdo no

hubiese permanecido. Al mando de un modesto micro de su

propiedad de la línea Miraflores-Barranco nos recogía,

llevaba y orientaba en eventos deportivos que se llevaban a

cabo en distintas partes de Lima. Gracias a él pude conocer

y jugar inolvidables partidos en el Circolo Sportivo Italiano,

el Club Miraflores, Lima Cricket, Lawn Tennis y en canchas

privadas en Chaclacayo, San Isidro y muchas más. Por

medio de estas competencias nos inculcaba el amor al

deporte y el desprecio por las drogas, que ya por entonces

hacía estragos en los adolescentes.

Él grande don Tuito jamás cobró dinero alguno por sus

invalorables servicios. Incluso cuando un jugador en una

pelota dividida sufría una lesión, él sacaba prestamente un

maletín y aplicaba el ungüento reparador y el bálsamo

adecuado. Colocaba las vendas y asumía, sin decir a nadie,

los gastos médicos. Pienso que él se sentía suficientemente

gratificado por el cariño de sus muchachos y de sus padres.

Entre ellos mi padre, que lo quiere porque acaso siempre

pensó que esa permanente labor de guía y apoyo la

hubiese querido hacer él mismo.

El, a quien la vida no le pudo dar hijos y esposa, parece

que en el último tramo de su existencia pudo conocer la

íntima felicidad de hallar en la muchachada pelotera los

hijos que nunca tuvo y descubrir su vocación profunda.

Cuando en los 80, ya lejos del barrio, me enteré de su

fallecimiento dejé todo y corrí a su velorio y confundido en

un mar humano le di, como muchos otros, las gracias por

su bondad. Así cuando la vida se pone dura y mezquina y

advierto que la gente se preocupa solamente por tener y

acumular dinero y poder, me sale al paso su noble figura.

Un hombre sencillo y sano que encontró en la

desinteresada entrega a los chicos la verdadera vocación de

su vida. Por eso sospecho que, porque hizo lo que su

corazón le ordenó, pudo alcanzar finalmente la felicidad y la

gloria.

Nunca lo noté enojado, ni lo hallé en trance de polemista.

Siempre andaba sereno, tranquilo y conciliador; y

apaciguador cuando debía. Ahora yo que ya me aproximo a

los 50 años, la edad en la que él comenzó su magisterio

social, lo evoco y preparo estas líneas para que se conozca

en el mundo entero que los hombres buenos existen. Que

yo conocí uno. Y lo hago con el mismo aprecio o más aún,

del que me animaba cuando era apenas un imberbe.

Gracias don Tuito, donde quiera que estés. Ahora que ya

tienes un parque en tu honor, recibe este modesto

homenaje de mi parte y los de mi generación que crecieron

con tu ejemplo

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